[:es]Las marcas no solo tienen que adecuarse a las nuevas sensibilidades y a las nuevas necesidades de los consumidores, sino que además tienen que intentar reconectar con ellos usando nuevas herramientas y, sobre todo, aceptando sus nuevos hábitos de consumos y nuevos estilos de vida. A medida que los millenials se van adentrando más y más entre la gran masa de consumidores, ciertos elementos que antes eran minoritarios empiezan a ser cada vez más y más recurrentes y habituales haciendo que las marcas tengan que repensar su estrategia y rediseñar el packaging de sus productos.
Una de las maneras más claras de ver el impacto de los cambios sociales en el packaging está en fijarse en los productos que hay en los supermercados. En las últimas décadas, los niños han tomado practicamente cualquier producto y es posible encontrarse ya no solo con cereales con mensajes destinados a los niños sino también pastas, salsas o papel higiénico. Las marcas se han dado cuenta del poder de los niños sobre las decisiones de compra y han empezado a dirigirse directamente a ellos.
Pero no solo los niños han hecho irrupción en el mercado, sino también los solteros. Antes, la norma era el hogar de la familia con niños, que necesitaban dosis grandes. Ahora, cada vez los hogares son más diversos y más variados y cada vez hay más personas que viven solas y que no necesitan esos tamaños inmensos. Las razones individuales se han normalizado en el super y el packaging de los productos se ha adaptado a este nuevo entorno.
El 81% de los hogares en Estados Unidos en 1970 eran hogares familiares. En 2012 eran solo el 66%. En Europa en cambio es aún más acelerado, lo que hace que el tamaño de los hogares sea cada vez más pequeño. El mercado de los consumidores individuales ha ido en aumento (especialmente en las grandes ciudades), lo que ha empujado a las marcas a hacer cambios y más cambios.
A esto hay que sumar que los millenials no sólo protagonizan este cambio social sino que además han empezado a imponer otro tipo de consumo. Prefieren comprar pequeñas cantidades y de forma más recurrente (y muchos más productos frescos) que hacer grandes compras (ellos están acabando, de hecho, con la compra de la semana o la del mes), lo que hace que los productos de gran tamaño hayan dejado de tener sentido.
Si a esto se suma que cada vez se buscan más productos orgánicos y que cada vez se quiere que sea todo más natural y más fresco, se tiene la tormenta perfecta de lo que los consumidores quieren y de como el packaging tiene que cambiar para mostrarlo.
Fuente: PuroMarketing.com[:]